Tenemos mucha hambre

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15/02/2024

Estamos hambrientos. Necesitamos sentir que no estamos solos, que nos tienen en cuenta, nos valoran, nos escuchan. Es hambre de conexión. Llevamos algo más de dos décadas satisfaciéndola con un sucedáneo que se sirve suculento a través de las pantallas. En un amplio y desafortunado experimento cuyas consecuencias eran imprevisibles, hemos abrazado con ingenua naturalidad las redes sociales, acompañadas de la promesa de esta conexión.

Con sus cantos de sirena y sus luces de neón, sordos y ciegos, saturados de estímulos, hemos desatendido el auténtico alimento: acompañarnos, estar juntos, escucharnos, mirarnos a los ojos, abrazarnos. Cada minuto que dedicamos a la pantalla, lo estamos robando a este tejido de lo humano, sin el cual no estamos preparados para sobrevivir. En cuestión de pocos años estamos debilitando lo único que nos lleva sosteniendo como humanos durante milenios.

En su carrera por el beneficio, la industria tecnológica ha ignorado las consecuencias sociales del experimento, generando una avalancha de malestar, polarización, insomnio, ansiedad… Nuestra atención se ha convertido en rehén. Estamos atrapados en sus redes. Nuestro tiempo ‘libre’ está en su mayoría encadenado a un dispositivo. ¿Queremos esto para las generaciones que ahora crecen? ¿Podemos hacer algo para reconducir esta deriva?

Mientras desde las tecnológicas y a un nivel legislativo no se tomen cartas en el asunto de proteger a la infancia y la adolescencia, la pelota nos la dejan exclusivamente en el tejado de la consciencia de las familias y las escuelas. Por eso proponemos un pacto social, la Plataforma Docente, escuelas de familias y foros de reflexión para la chavalería.

De momento, actuamos desde ahí y seguiremos insistiendo en que se muevan fichas más firmes en instancias superiores: Pacto de Estado y más allá. Esta es una cuestión transnacional.

Por mencionar sólo algo muy concreto que en realidad es una clave de todo este asunto: La llamada tecnología persuasiva (scroll infinito, algoritmos y otros mecanismos adictivos) NO DEBERÍA ESTAR JAMÁS al alcance de los menores. Y esto debería tratarse como una cuestión de la ÉTICA TECNOLÓGICA más BÁSICA. Los menores no deben ser CLIENTES a los que fidelizar raptando su atención. Esto debería ser DELITO.

Firma este artícul0: Macu Cristófol – Lea

Educación Digital Responsable

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