Buenas, querida o querido asociado :
Hay decisiones que tomamos con todo el amor del mundo, que en su momento parecían razonables… y que luego nos dejan con una ceja levantada . Como cuando pensaste, al darle su primer móvil: “para que esté comunicado”, “para que no sea el único sin teléfono”, “para que aprenda a usarlo con responsabilidad”… frases dichas con lógica, con cariño, incluso con un poquito de esperanza.
Y luego llega el después, cuando nos damos cuenta de que hemos metido la pata y hemos dejado entrar en nuestra familia a un inquilino muy molesto que no solo no cumple lo prometido, sino que, encima, aparece por todas partes: en la mesa
, en la cama
, en las reuniones familiares… y, lo que es peor, en el estar y el carácter de tu hijo.
No hace falta dramatizar. Tampoco esconder la incomodidad. Porque lo que nos pasa como madres y padres en estos casos no es culpa ni fracaso. Es la consecuencia natural de una época que nos ha arrollado a todos, también a quienes queremos hacerlo bien.
Quizá no puedas volver atrás del todo, pero sí puedes frenar un poco :
Pregunta sin interrogar.
Protege sin vigilar.
Acompaña sin invadir.
Cambia el chip del “ya es tarde” por un “todavía estamos a tiempo” .
Ahora sabes que lo que le diste no fue solo un móvil. Fue una puerta .
Y si ahora ves que por esa puerta entra demasiado ruido…
Es hora de cerrarla y de abrir una ventana: la del diálogo ️, la del ejemplo, la de los límites que cuidan y no castigan.
No hay recetas mágicas . Solo la tranquilidad de saber que cada pequeño gesto cuenta. Que no estás sola como madre. Que no eres el único padre que se pregunta si quizás, solo quizás, se equivocó de fecha o de motivo.
Y sobre todo, la certeza de que tu hijo o tu hija no necesita perfección, ni tecnología de última generación. Lo que necesita es que tú estés ahí. Aunque cueste. Aunque no siempre lo agradezca. Aunque prefiera mirar una pantalla antes que tu cara de “tenemos que hablar” .
Se trata de ayudar a nuestros hijos a vivir con pantallas, pero no dentro de ellas.
Que aprendan a mirar el mundo valorándolo por sí mismo, sin filtros de belleza ni hashtags de autoayuda.
Y para eso, primero necesitan que los mires de verdad. Con presencia .
Aquí van cinco señales de que tu hijo o hija está demasiado atrapado en el móvil y algunas ideas para empezar a desandar ese camino con respeto, sin castigos ni sermones:
- El móvil está presente en todo momento
Duerme con él, come con él, va al baño con él. Lo primero que hace al despertar es mirar la pantalla. Si no lo tiene cerca, se muestra ansioso o irritable. No hablamos de simple costumbre, sino de una dependencia emocional que ha ido creciendo casi sin darnos cuenta.
- Gestiona sus emociones a través de la pantalla
Un mal día, un enfado, una decepción… todo lo digiere con el móvil en la mano. Como si la pantalla fuera su lugar seguro, su vía de escape. Pero lo que calma en el momento, a veces solo aplaza lo que necesita ser expresado o comprendido.
- La vida sin estímulos digitales le aburre
Conversaciones sin gifs, silencios sin música, actividades sin conexión… todo le parece insípido. Si no hay una pantalla delante, se siente perdido. Y eso es una señal de que su sistema nervioso está sobreestimulado, poco acostumbrado a la calma o al tiempo lento.
- Su estado de ánimo depende de las redes
Un comentario negativo lo deja tocado. Una publicación con pocos “me gusta” le baja el ánimo. La validación externa sustituye la autoestima interna. No hablamos de vanidad, sino de una fragilidad que busca aprobación constante para sostenerse.
- Sin móvil, hay malestar real
Vacaciones sin wifi, reuniones familiares sin distracciones, una tarde sin datos… todo eso le incomoda profundamente. No estamos ante una simple adicción a la tecnología, sino ante una señal de que el móvil se ha convertido en su refugio emocional. Y eso duele, sobre todo cuando lo vemos desde fuera.
¿Y ahora qué?
Dar marcha atrás no es fácil, pero sí posible . Y no se trata de prohibir de golpe, sino de acompañar con claridad, afecto y firmeza.
Escucha más allá del «déjame en paz»
Recupera espacios sin pantalla (con protestas, sí, pero también con tiempo)
Plantea acuerdos, no castigos
Y, sobre todo, está.
Habla de lo que hay detrás, no solo del uso del móvil. Pregúntale qué siente cuando no lo tiene. Escucha sin interrumpir. A veces hay miedo, vacío, presión…
Establece acuerdos claros. ¿Qué momentos protegemos? ¿Cuándo sí y cuándo no? ¿Qué límites son necesarios para cuidar la convivencia y el descanso? Involúcralo en las decisiones, que sienta que participa, no que pierde.
Ofrece alternativas reales.
No impongas lo que tú hacías a su edad. Busca actividades que puedan conectar con su mundo y que le hagan sentir presente: música, deporte, salir, cocinar juntos… No se trata de entretenerlo todo el tiempo, sino de abrir otras puertas .
Revisa tu propio uso.
Todos estamos en esto. Ser ejemplo no significa ser perfecto, pero sí coherente. Si tú también necesitas desconectar un poco, hazlo visible .
Dar marcha atrás no es un error. Es un acto de presencia.
Y tú, que ya te estás haciendo estas preguntas, ya has empezado a acompañar de otro modo.
Con ironía. Con ternura. Y con esa mezcla de lucidez y torpeza que es, en el fondo, lo más bonito de ser familia .
Un abrazo sereno y lleno de intención,
María Vidal Denis
Deja una respuesta