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EDUCACIÓN DIGITAL RESPONSABLE: La ilusión vintage

Septiembre siempre huele a comienzos: mochilas nuevas, lápices afilados, agendas en blanco… y añado uno más, certezas renovadas: hay que seguir trabajando 💪, amigos. El descanso y la desconexión me han dado oxígeno y perspectiva, y toca retomar con convicción y energía nuestros propósitos ✨.

El pasado 1 de septiembre leí en La Vanguardia un artículo que me embriagó de ilusión vintage; en él decía que la Generación Zeta (los nacidos entre 1996 y 2012) toma distancia con los millennials y valora mucho la slow life 🌱, para lo cual está recuperando hábitos perdidos en el cajón de nuestros abuelos: las tertulias en el patio, preparar una comida con cariño, leer en papel, coser, reparar o reciclar… y tengo que decirte, querido o querida asociada, que me encanta leer que también usan Chat GPT 🤖 y se meten en redes sociales, pero eso no les impide renunciar ni un ápice al valor de lo físico, lo auténtico y lo emocional 💞.

Además, el artículo cuenta que no vuelven a la tradición desde la nostalgia, vuelven desde el pragmatismo: rescatan lo tangible porque los emociona 💫, porque, para ellos, lo analógico tiene encanto, se toca, se huele, se siente y les hace sentir bien. ¿Y lo digital? Pues saben que a veces abruma e intentan “tomarlo” en su justa medida. Esto explica por qué la lectura de libros en papel, los clubes de lectura, los de running o los de cafetería son tendencia entre los zetas; porque TikTok está lleno de cómo elaborar recetas que llevan horas de trabajo; porque sienten la necesidad de aprender costura, restauración y reciclaje… porque para ellos eso es lo auténtico, lo que los hace mejores personas 🌟, el “valor máximo” para esta generación.

Si te paras a pensarlo tiene lógica que esté ocurriendo esto 🤔. Los expertos explican así: tras haber crecido en plena hiperdigitalización 📱, los zetas valoran más que nadie el contacto con lo tangible. La pandemia, que a muchos les sorprendió en plena adolescencia, intensificó esta necesidad de recuperar lo perdido, de buscar experiencias reales, de pertenencia, de autenticidad… Y, curiosamente, eso los aleja de los millennials, que nacieron en un contexto de transición y para quienes lo digital tiene aún cierto encanto de novedad.

Todo esto me hace pensar: si nuestros jóvenes están empezando a sentir que lo analógico, lo físico y lo auténtico les llena más que el “scroll” infinito, ¿no es este el momento perfecto para reforzar nuestra tarea? Ellos ponen la intuición y nosotros somos los adultos que les acompañamos, que ponemos límites y que ofrecemos alternativas.

Así que arrancamos el curso con una convicción renovada: debemos priorizar la vida real 🌍, que obviamente convive con la digital, pero sin que le robe tiempo ni sustituya los vínculos reales ❤️.

Más vida lenta y auténtica, menos ruido digital; más experiencias reales, menos dependencia de las pantallas 📵.

Con cariño,

María Vidal Denis