Buenas, querida o querido :
Hay un triángulo que define buena parte de nuestro tiempo, aunque no siempre lo veamos con claridad. Tres vértices que se sostienen mutuamente y que, al unirse, dibujan el contorno de una época: la hiperconectividad tecnológica -lo tengo todo en la palma de mi mano-, la gratificación inmediata -lo tengo todo y lo tengo ya- y esa condición que el filósofo Zygmunt Bauman llamó modernidad líquida* .
Cada uno de esos vértices habla de velocidad, de fluidez, de un cierto vértigo existencial. Todo está disponible y a la vez, todo se escapa; recibimos las respuestas antes de haber formulado bien las preguntas, y nos construimos diferentes identidades que se ajustan en tiempo real al escenario de turno. Pero bajo ese dinamismo apabullante hay una emoción humana antigua, persistente, silenciosa: el miedo a estar solos.
Bauman, con su mirada reflexiva, lo expresó con una claridad que hoy resulta casi profética. Dijo que el verdadero éxito de redes como Facebook no está en su capacidad técnica, sino en haber identificado y explotado una fragilidad profundamente humana: el anhelo de pertenecer al grupo, el anhelo de ser aceptado. Lo definió como una “mina de oro” emocional. No hablamos solo de tecnología, hablamos de afecto: la ilusión de ser vistos, de seguir formando parte, de no quedar al margen.
Quizá eso explique por qué a veces preferimos una notificación a una conversación, una reacción digital a un silencio compartido. Porque en este mundo que fluye sin detenerse, el miedo a desaparecer es más fuerte que nunca, y cualquier señal de presencia, aunque sea breve, aunque sea virtual, nos calma por un instante.
Pero, ¿qué sucede cuando ese instante se convierte en norma? ¿Qué lugar queda para los necesarios vínculos a fuego lento, para el aburrimiento fértil o la presencia completa?
Tal vez la pregunta no tenga una única respuesta. Esta vez me he permitido el lujo de darme tiempo para formular bien la pregunta. La respuesta también merece ser habitada, pensada y sentida. Sobre todo cuando lo que está en juego es la infancia, la adolescencia, y la manera en que les enseñamos, con nuestro ejemplo, a habitar el mundo.
Gracias por estar ahí, acompañando este proceso de despertar colectivo. Seguimos.
SOMOS MUCHOS. ESTAMOS JUNTOS.
EDUCACIÓN DIGITAL RESPONSABLE.
María Vidal Denis.
*La modernidad líquida habla de la fragilidad de las relaciones y la inestabilidad de las estructuras tradicionales en nuestro tiempo. Según Bauman es el resultado del impacto de la economía en la vida social y nuestro proceder. Para entenderlo mejor, frente a los valores sólidos de antaño (“matrimonio para toda la vida”, “un trabajo para toda la vida”), actualmente prevalecen relaciones y trayectorias más flexibles, volátiles y transitorias.
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