Querido y querida asociada :
A veces me preguntan: “¿Y tú, María, como médico radióloga, que tienes que ver con el problema de las pantallas? Pues mucho más de lo que parece.
En el ámbito investigador está claro que sí: se comienzan a identificar cambios en resonancias de cerebro estructurales en función de las horas y usos de pantallas. Pero si me preguntas si veo algún cambio en la vida humana producido por las pantallas en mi día a día laboral… la respuesta también es un sí rotundo. Solo que se manifiesta de formas distintas, a veces silenciosas, desgarradoras.
En las guardias de los últimos años me encuentro con situaciones que antes eran rarísimas y ahora empiezan a sonar demasiado familiares. Cada vez más chavales llegan a urgencias en estatus epiléptico (una crisis convulsiva que no se detiene y se convierte en emergencia vital). ¿Qué hay detrás? Días sin dormir, horas y horas jugando a videojuegos, litros de bebidas energéticas para aguantar despiertos… Y mucha soledad.
Atropellos y accidentes de tráfico por doquier, en los que el móvil aparece una y otra vez como principal causa. ¿Te suena cruzar la calle sin mirar porque vas absorto en la pantalla? Un frenazo, un choque, un vuelco… y, en un segundo, la vida cambia. Desde mi primera guardia como residente, me sorprendió comprobar que todos los días -sí, todos- hay alguien a quien la vida da un giro irreversible. Y eso ocurre todos los días, y los médicos lo vemos en las guardias.
Y me estremece otra realidad: más intentos de suicidio en adolescentes que nunca. Como radióloga, me toca protocolizar e interpretar las pruebas de imagen de niños y niñas politraumatizados tras una caída o un accidente intencionado, o hacer un scanner de cerebro urgente cuando un adolescente llega con el nivel de conciencia disminuido tras la ingesta de fármacos. Para mí no son cifras, son vidas muy jóvenes que no deberían estar ahí. Y cuando hablo con el pediatra que lleva al paciente, la historia suele repetirse: acoso en redes sociales, burlas, humillaciones públicas en grupos de clase, comparaciones con cuerpos y vidas irreales, ruptura de una amistad que se hizo y deshizo en TikTok o una exposición de su intimidad que se le fue de las manos. Historias que, detrás de cada imagen que informo, ponen rostro y contexto a un dolor demasiado grande para esas edades.
Y en lo cotidiano, aparecen detalles que hablan por sí solos: bebés a los que directamente se les planta un móvil en las manos para que se queden quietos durante una ecografía. No juzgo a esos padres – todos hacemos lo que podemos -, pero sí creo que debemos ser conscientes de cómo las pantallas han ido mermando nuestra capacidad de calmar a nuestros hijos con canciones, cuentos o simplemente nuestra presencia.
De todo esto (y mucho más, ya sabéis que no callo) hablé a finales de septiembre en la Escuela de la Profesión médica, en Santander, invitada por el Colegio de Médicos de Málaga. Fue un honor compartir mesa con el Dr. Pedro Navarro (pediatra y presidente del colegio) y el Dr. Andrés Fontalba (psiquiatra y tesorero). Y fue un placer escuchar como los Colegios de Médicos de prácticamente toda España se sumaban a nuestra preocupación y, lo que es mejor, a nuestra ocupación.
Porque sí, soy radióloga. Pero resulta que las pantallas también se cuelan en mi consulta, en mis guardias y en mis salas de espera. Y lo que veo a través de las imágenes… no siempre es tan virtual.
Con cariño, María Vidal Denis.
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